Sandra Hoyn es la fotógrafa que deja constancia de la historia de amor secreta que tituló Jenny’s Soul. A través de un foro contactó con Dirk —su nombre ficticio para esta serie—, quien finalmente accedió a exponer por primera vez lo que tan probablemente el mundo iba a juzgar de antinatural e incluso de desviado, de perturbado. Su esposa es de SILICONA.
Los domingos, Dirk baña a Jenny y le limpia sus pelucas y sus delicadas piezas de lencería. Escriben un blog juntos y viven su matrimonio de forma habitualmente tranquila, en la discreción de las cuatro paredes de su apartamento. Porque ni siquiera su familia conoce su circunstancia, y es por eso por lo que Jenny es delicadamente aparcada en un cuarto a oscuras de su hogar, cuando su marido recibe las visitas de familiares y amigos.
Lo suyo es un matrimonio bastante normal. Su pequeño ritual diario es sentarse en el sofá a las 18h a ver la televisión y, según Dirk, su vida sexual no es ya tan explosiva tras los años. Su cuerpo no es ya tan perfecto: la piel empieza a saltar. “Jenny tiene un alma de otro mundo. Jenny es una energía de un mundo sin los cerebros y sentidos de aquí”. Pesa unos 50kg y Dirk la transporta por el apartamento con una silla de ruedas.
Esta clase de inclinaciones se conocen como objetofilias, de la familia de las parafilias, por ese maravilloso gusto que tenemos para etiquetar las cosas ajenas. Porque, lo queramos o no, lo quiera Dirk o no, Jenny es un objeto. Jenny no le devuelve las caricias y no le da un beso por las mañanas. Jenny no puede ser una esposa espontánea, porque es una muñeca de silicona. Jenny no es una persona, no-es-una-persona. Pero eso no quiere decir que Dirk no pueda casarse con ella, bañarla los domingos y lavarle su lencería como si de obras de arte se tratase. ¿Quién tiene licencia para prohibírselo?